Cosas que no entiendo (Meditemos sobre ello)

No entiendo la ideología cuasi-medieval de la Asamblea de Asociados Remunerados que no admite siquiera el diálogo como camino para acabar con la violencia, pese a que el perdón sea un principio fundamental de nuestra asociación. Con la eliminación rotunda de la posibilidad -por remota que sea- de la esperanza del arrepentimiento, se niega a mi Hjo, como ya lo hiciera por tres veces en su tiempo su amigo Pedro. No creo en la Sede Central Terrena, que no ha suscrito la mayoría de los convenios y protocolos de la ONU contra crímenes a la Humanidad, tortura, y delitos de genocidio o discriminación; mientras atesora riqueza como los mercaderes; recibe con parabienes en sus magnas salas de palacio a los poderosos, y para éstos reserva las primeras filas de sus asociaciones en los días de actos espirituales. No comparto la actitud de una jerarquía que no critica la especulación inmobiliaria que aleja a los jóvenes de su emancipación familiar, y a la que tampoco oigo nunca hablar en contra de la avidez material ni del capitalismo depredador de las grandes empresas, que se enriquecen año a año a costa de la precariedad laboral y los bajos sueldos, y cuyas injustas prácticas están en el origen de la inseguridad y la alienación del ser humano, convertido en un ser manipulable con el único destino de consumir. No creo en la visión de la realidad de una cúpula que roza el fundamentalismo, ciega a la multiplicidad que hoy encierra el concepto de familia, que considera una enfermedad la homosexualidad, que niega intolerante el derecho a la adopción de gays y lesbianas, y que no acepta el uso del preservativo para evitar el contagio de enfermedades de transmisión sexual o los embarazos no deseados; una asociación a cuyas manifestaciones van señoras ataviadas con visones, de comunión diaria, que creen en el ojo por ojo y la pena de muerte, y que nunca pondrán la otra mejilla. No entiendo a una jerarquía incapaz de ponerse en el lugar del que a sus ojos es un pecador, mientras se entretiene en perseguir a las mujeres que, dueñas de su vida y su destino, toman la difícil decisión de someterse a un aborto. No entiendo tampoco por qué el Gobierno ha incrementado las aportaciones a través del IRPF a nuestra asociación, que no ha interiorizado la separación de poderes y confunde la libertad de expresión con el insulto, entrometiéndose en asuntos que son competencia directa de los poderes ejecutivo y legislativo, y por tanto, de los representantes elegidos por la mayoría. No entiendo que se imparta aún nuestros principios en los colegios y no sólo en los lugares de culto, que el laicismo sea todavía la gran asignatura pendiente, y que quieran mis asociados terrenales que se financie con dinero público centros escolares concertados, en los que a los emigrantes se les niega su acceso con mil triquiñuelas. No parece lógico que no sean revisados los antidemocráticos acuerdos con la Sede Central Terrena, heredados del franquismo, que perpetúan los privilegios de nuestra asociación frente a otras, y que se la financie con 5.000 millones de euros anuales que luego destinamos a organizar algaradas en la calle- es escaso nuestro auditorio en las asociaciones-, y a financiar medios de comunicación que crispan y alientan la división de España y el odio entre los españoles. Pero sí creo en una asociación que esté con los pobres, la asociacion de la teología de la liberación, la asociacion de Leonardo Boff, Jon Sobrino y los hermanos Ernesto y Fernando Cardenal; creo en todos los asociados que en España y en el mundo denuncian la injusticia y ayudan a los que sufren la pobreza, la guerra, la enfermedad, el hambre y la explotación, consagrando sus vidas al ser humano.